El mercado laboral peruano perdió competitividad. No solo por la pérdida de empleo, sino también por el menor optimismo de encontrar uno. En 17 de 24 departamentos ahora es más difícil comenzar a buscar un empleo y encontrarlo. Esto se suma a los elevados niveles de informalidad, que evidencian una mayor precariedad.  

El pesimismo generó una contracción en la población económicamente activa, aquella que está trabajando o buscando empleo, un resultado que en los últimos 20 años solo ocurrió al inicio de la pandemia. También, casi medio millón de personas en edad de trabajar ingresó a la inactividad, es decir, no trabajó, pero tampoco buscó empleo. En total, se registraron 7.7 millones de inactivos en el país durante el año pasado, de acuerdo con la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN). 

Todo el incremento de la población inactiva se concentró en quienes sí querían trabajar, pero no buscaron empleo por diversas limitaciones. Esto afectó a más de 2.4 millones de personas (+478,596 respecto de 2022). La mayor parte de este grupo (1.4 millones; +292,847) solo realizó tareas domésticas, mientras que apenas 617,633 personas (+97,025) estudiaba. Los demás desistieron de participar activamente en el mercado laboral por otras limitaciones. 

En un mercado laboral verdaderamente competitivo, toda persona que quiera trabajar debería poder encontrar un empleo decente. El incremento en la población inactiva que desea trabajar generará una presión significativa en el mercado laboral en 2024, porque estas personas querrán reinsertarse. 

Asimismo, agudiza las brechas de género, porque del total de inactivos que desean trabajar, 1.2 millones son mujeres que únicamente realizan tareas del hogar (+252,252). Este grupo explicó más de la mitad del incremento reportado en la inactividad. Por todos estos factores, es imposible afirmar que el mercado laboral mejoró el año pasado. 

Es un error limitarse a analizar únicamente la tasa de informalidad laboral, las remuneraciones y el subempleo. Por ello, desde ComexPerú actualizamos el Índice de Competitividad Laboral (ICL), que reconoce la complejidad del mercado laboral y determina el progreso de cada departamento. Este se estructura en tres pilares: i) acceso al mercado laboral; ii) entorno de trabajo; y iii) beneficios laborales. Un mejor resultado en el ICL representa un mercado laboral más competitivo.  

En 12 de 24 departamentos, el mercado laboral empeoró. Esto se explicó principalmente por las mayores limitaciones para buscar y encontrar trabajo. Ica mantuvo su liderazgo como el mercado laboral más competitivo del país, mientras que Puno continuó siendo el menos competitivo. Ucayali (tercer puesto) fue el que más mejoró en relación con la edición previa, debido al incremento en la cobertura de pensiones y seguros de salud en los trabajadores. 

Madre de Dios (puesto 23 de 24) fue el que más competitividad perdió. Reportó la mayor contracción en el salario promedio durante 2023, lo cual generó un incremento en el subempleo. Además, es el departamento donde más horas se trabaja, con la mayor proporción de empleos que superan la jornada laboral de 48 horas semanales. 

En los pilares de entorno de trabajo y beneficios laborales también se registraron variaciones importantes, pero los resultados en acceso al mercado laboral influyeron más. La información detallada para cada departamento e indicador analizado se puede encontrar en la última edición del reporte Desempeño del Mercado Laboral Peruano. 

LA COMPETITIVIDAD LABORAL EN EL SECTOR AGROPECUARIO

La drástica diferencia entre los resultados de Ica y Puno se explica por el desempeño del sector agropecuario. El desarrollo de la agroexportación, el acceso a mejor tecnología e infraestructura de riego, y la inversión privada contribuyeron al desarrollo del primero. Esto permitió que la tasa de informalidad laboral en el sector agropecuario en Ica descienda del 67.2% al 39.3% entre 2011 y 2023. 

En Puno, la ausencia de estos factores generó que la tasa de informalidad laboral en el sector agropecuario aumentara del 90% al 100% entre 2011 y 2023. Detrás de esto existen varios factores, entre los que destaca el acceso a la infraestructura de riego. En 2012, el 91.3% de la superficie agrícola de Ica ya contaba con acceso al riego, mientras que en Puno solamente lo tenía el 3.5%, de acuerdo con último Censo Nacional Agropecuario. 

Invertir en infraestructura de riego en Puno es necesario, pero también se debe reconocer la elevada vulnerabilidad que enfrentan los cultivos. Cada año, el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres estima que más del 95% de la superficie agrícola del departamento está en riesgo alto o muy alto debido a las heladas y los friajes. En la última campaña agrícola, el 54.5% de las hectáreas sembradas de los principales cultivos de Puno fueron afectadas por el clima adverso, de acuerdo con la Dirección Regional Agraria del departamento. 

Apenas el 1.6% de los productores de Puno tenían una adecuada orientación de siembras en 2022, cifra casi invariable desde 2011, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). En cambio, la proporción aumentó del 2.7% al 20.5% entre 2011 y 2022 en Ica. Este indicador mide el nivel de prevención de riesgo agroclimático y evidencia la vulnerabilidad de Puno al respecto. 

¿Cómo esperamos que se desarrolle más un sector en constante riesgo de perder su producción? Puno requiere inversión en infraestructura hídrica, pero necesita urgentemente la inversión en prevención de riesgos ante heladas y friajes. En total, 314,259 personas dependen económicamente del sector en dicho departamento, las cuales continúan abandonadas por el Estado en esta materia.