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INFORMALIDAD LABORAL PERUANA CONTINÚA AL ALZA: ¿CÓMO NOS POSICIONAMOS EN LA REGIÓN?

Por ComexPeru / Publicado en Octubre 07, 2022 / Semanario 1139 - Hechos de Importancia

De acuerdo con recientes investigaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tras el severo efecto de la pandemia, la cantidad de personas que busca activamente empleo y aquella que se encuentra ocupada en la región de Latinoamérica y el Caribe continúa ligeramente rezagada respecto de los resultados de 2019. No obstante, en los países que muestran una recuperación en el dinamismo del mercado laboral, los niveles de informalidad ya no superan los resultados prepandemia. 

Debido a esto, al cierre del año pasado, la informalidad laboral ascendió al 50% en promedio para la región de Latinoamérica y el Caribe, lo que representó un valor similar a lo registrado en 2019. Estos resultados posicionan, nuevamente, al Perú como uno de los países más informales de la región, con una tasa del 73.9% durante el segundo trimestre de 2022, según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho). Si bien esto puede significar un “progreso” en la proporción de informales con relación al promedio del año pasado (76.8%), la cantidad de trabajadores informales creció en 569,534 respecto de abril-junio de 2021.


En la región, destaca el desempeño de Chile, uno de los países con menor informalidad laboral, donde la proporción de informales se situó en un 27.1% durante el segundo trimestre de 2022. Esto implicó una mejora en las condiciones laborales de dicho país respecto del mismo periodo de 2019. Sin embargo, la reducción de la informalidad no se limitó a los países con menores niveles iniciales, como evidencian los resultados de México (55.7%) y Colombia (45.6%), que también redujeron la informalidad laboral durante el mismo periodo. En contraste, en Ecuador (50.6%), la informalidad aumentó en comparación con los niveles prepandemia.

Es importante destacar la magnitud del crecimiento de la tasa de informalidad laboral peruana, que aumentó en 3.9 puntos porcentuales respecto del periodo prepandemia, un detalle no menor. Si la tasa de informalidad actual (73.9%) hubiera ocurrido en el segundo trimestre de 2019, en dicho periodo se hubieran registrado 653,342 trabajadores informales adicionales. Y, si comparamos la cantidad actual de informales con la de 2019, estos aumentaron en 1,382,895. 

TRABAJADORES JÓVENES: LOS MÁS PERJUDICADOS

Lamentablemente, la región también se caracteriza por una mayor precariedad en las condiciones laborales de los jóvenes, pues la tasa de informalidad laboral para este grupo etario ascendió al 63% durante el último trimestre del año pasado, según estimaciones de la OIT. En nuestro país, esta situación se acentúa. Si bien la población entre 14 y 29 años participa menos en el mercado laboral (casi uno de cada 6 jóvenes trabaja o busca activamente empleo, con respecto a los ocho de cada 10 en adultos), estos enfrentaron una informalidad laboral del 81.2% durante el segundo trimestre de 2022.


A diferencia de los adultos, las consecuencias de la informalidad para los jóvenes no son solamente tener empleos de menor calidad y mayor vulnerabilidad, sino también lo es la pérdida de desarrollo y experiencia necesaria para su futura transición hacia la formalidad. Además, si bien la educación y capacitación de la fuerza laboral continua siendo un reto en el Perú, los trabajadores jóvenes tienen una mayor formación que los adultos (ver Semanario 1083). Esto se traduce en un reto para la generación de oportunidades laborales y demuestra que los informales no son solo los menos capacitados.

Entonces, ¿el problema es la calidad educativa y falta de orientación al mercado laboral, o la carencia de incentivos para su contratación y formación? Debido a la complejidad de la informalidad laboral, es una mezcla de ambos. Al respecto, es importante resaltar que los trabajadores jóvenes tienen una menor participación en el sector agropecuario que los adultos, pues solamente hubo 863,734 trabajadores agrícolas jóvenes durante el segundo trimestre de 2022 a nivel nacional (un 18.2% del empleo juvenil).

Este sector se caracteriza por una mayor presencia de trabajadores familiares no remunerados (TFNR), los cuales operan como auxiliares en los negocios familiares y pertenecen a la informalidad, además de enfrentar menores niveles de productividad y mayor vulnerabilidad (ver Semanario 1119). En la agricultura, los trabajadores jóvenes son los que más pertenecen a la TFNR, lo que limita su capacidad de buscar empleo remunerado en otros sectores, pero también restringe su disponibilidad de tiempo para estudiar. 

Por ello, para este sector, la promoción de empleo digno en los jóvenes debe ir acompañada por el desarrollo productivo de la agricultura, de tal manera que las empresas familiares puedan reorganizarse y permitir la continuidad educativa de los jóvenes. Esto cobra relevancia al considerar que, en la agricultura, el 85.4% de los trabajadores jóvenes alcanzan como máximo la secundaria completa. En contraste, en el resto de los sectores, el 48.6% de los trabajadores jóvenes alcanza la educación superior (completa o incompleta).


Por otro lado, en el resto de los sectores, los trabajadores jóvenes son en su mayoría dependientes, pues explicaron el 68.1% del total de empleo juvenil a nivel nacional durante el segundo trimestre de 2022, y la TFNR fue solamente 8.3%. Por ello, cobra relevancia la necesidad de incentivos para la contratación formal de los trabajadores jóvenes, además de fomentar la capacitación laboral en los mismos centros de trabajo para mejorar la estabilidad laboral. Al respecto, estimaciones del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) encontraban que, previo a la pandemia, entre los trabajadores jóvenes del sector privado, seis de cada 10 continuaban desempeñándose como dependientes al año siguiente, y del resto solamente dos pasaban a la inactividad (sin trabajo y sin buscar uno).

Es decir, los trabajadores jóvenes dependientes buscan la estabilidad laboral y continuar trabajando como dependientes. Por ello es relevante que, en el marco de la recuperación económica, la promoción del empleo juvenil formal haya sido abordada en el plan Impulso Perú, mediante incentivos económicos para la contratación de este grupo etario. Además, esta intervención será acompañada por la promoción de inversiones en múltiples sectores, lo cual es necesario para incrementar la productividad laboral, que se traduce en mejor calidad de empleo.

Sin embargo, las subvenciones económicas al empleo formal no solucionan el problema de fondo, sobre todo para un grupo poblacional altamente informal, y es necesario implementar mecanismos adicionales para la formalización juvenil. Lamentablemente, en la experiencia regulatoria peruana, los intentos de diálogo para discutir nuevos mecanismos de contratación juvenil han sido rechazados, como ocurrió con la Ley N.° 30288 (mal llamada “Ley Pulpín”). En resumen, esta propuesta contemplaba una reducción en los derechos laborales para promover la contratación formal de los trabajadores jóvenes, lo que significaba un mecanismo similar al utilizado para la formalización de micro y pequeñas empresas que cuentan con regímenes laborales específicos.

Si bien es cierto que la reducción de beneficios laborales con respecto al Régimen General —que en ocasiones es muy costoso para la mayoría de las empresas, pues implica un costo laboral adicional equivalente al 45.97% de la remuneración base de cada trabajador, según el MTPE—, no garantiza una mayor formalización. También es cierto que, sin la presencia de un régimen laboral más adecuado, más del 80% de los trabajadores jóvenes continuarán perteneciendo a la informalidad y no gozarán de beneficios formales.

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