Economía, Educación, Salud

¿Y CÓMO VAMOS EN POBREZA MULTIDIMENSIONAL? (Parte I)

25/10/2019 | Por: ComexPerú / Semanario 1005 / Economía
¿Y CÓMO VAMOS EN POBREZA MULTIDIMENSIONAL? (Parte I)

Indudablemente, reducir la pobreza es una de las luchas más importantes a nivel global. Sin embargo, nuestro país se ha quedado atrás en abordar esta problemática de manera más integral. Si bien el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reporta la pobreza monetaria, que emplea el gasto de los hogares para la adquisición de una canasta básica de consumo, a la fecha no tenemos una medida oficial de la pobreza multidimensional (PM), que se base en un enfoque de libertades e incluya privaciones en salud, educación y condiciones de vivienda. Esto, a pesar de que, hace más de tres años y medio, el INEI firmó un convenio con la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (OPHI, por sus siglas en inglés), entidad pionera en este tipo de medidas, para recibir capacitación teórica y práctica, así como los usos de política pública que este tipo de indicadores podría tener. 

En este contexto, se han realizado algunos estimados internacionales, pero que difícilmente se adaptan a nuestra realidad. Por ejemplo, en julio del presente año, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y OPHI presentaron el Global Multidimensional Poverty Index 2019, que compara la pobreza multidimensional en más de 100 países, a través del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM). De acuerdo con los resultados de dicho informe (ver Semanario 992), el Perú pasó de tener un 20% de pobres en 2006 a un 12.7% en 2019[1], cifras que sorprenden y pasaron un poco desapercibidas. Si bien estas deben ser entendidas en su contexto (una comparación internacional), cubren necesidades bastante básicas y están lejos de las aspiraciones que deberíamos tener en la política pública.

Por ello, desde ComexPerú nos tomamos la libertad de realizar un ejercicio inicial que comprende las dimensiones que componen este índice: (i) educación, (ii) salud y (iii) condiciones de vivienda, lo cual permitiría visibilizar una realidad más holística de la pobreza. Cabe aclarar que estos no diferencian entre un hogar de una zona urbana o rural, como lo hace parte de la literatura, pues de lo contrario estaríamos aceptando que existen derechos diferenciados. Por ejemplo, si un hogar de una zona rural cocina con leña se considera una privación por la contaminación interna de la vivienda, a pesar de que esta sea una práctica culturalmente extendida en diversas zonas del país. Además, vale aclarar que una persona es pobre si su hogar experimenta privación en al menos un tercio de los indicadores ponderados por su peso.



UN EJERCICIO PARA EL CÁLCULO DE LA POBREZA MULTIDIMENSIONAL

Según estimados propios, con base en cálculos de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), un 44.1% de la población en nuestro país es pobre multidimensionalmente, es decir, casi la mitad de la población. Dichos resultados son bastante alarmantes, pues muestran que si bien los ciudadanos pueden gastar más, la calidad de vida no ha mejorado al mismo ritmo. Entre 2004 y 2018, la pobreza monetaria ha caído casi 40 puntos porcentuales, producto del crecimiento económico principalmente, pero la multidimensional no ha seguido ese ritmo tan acelerado. No obstante, ambas reducciones son significativas y dignas de destacar, pues denotan una buena época para nuestra economía y los esfuerzos del Estado por avanzar en educación, salud y vivienda.



Sin embargo, si analizamos la intensidad de la PM, vemos que esta se ha reducido del 60.7% en 2004 al 45.8% (-14.9 puntos porcentuales). La intensidad se define como la proporción de carencias que una persona sufre al mismo tiempo, es decir, los hogares pobres siguen sufriendo privaciones en una proporción más o menos parecida o, al menos, estas no se han reducido en la misma magnitud que la pobreza monetaria. Pero ¿qué nos dice esto? Por un lado, sugiere que la capacidad de respuesta del Estado no ha ido acorde a la mejora de nuestra economía para atender estas necesidades. Y, por otro lado, también evidencia que, más allá de los ingresos, muchas personas no sienten que sus condiciones de vida —especialmente en la cobertura de servicios relacionados a educación, salud y vivienda— hayan mejorado. En otras palabras, la gestión del Gobierno central y de los Gobiernos regionales respecto de sus competencias en educación y salud, y de los Gobiernos locales con sus responsabilidades en vivienda (saneamiento), no han estado a la altura.



Sin duda que, desde 2004, la pobreza monetaria se ha reducido y hemos mejorado; sin embargo, si vemos otras dimensiones distintas del gasto, los avances no han ocurrido en la misma proporción. Incluso, ahora los departamentos más pobres ya no son Cajamarca (57.9%) o Huancavelica (55.1%), sino Huánuco (63.9%) y Loreto (61.1%).



Esperamos que este ejercicio inicial impulse a que las autoridades incorporen un enfoque multidimensional al análisis de pobreza en el país, que complemente las mediciones de pobreza monetaria. Recordemos que la pobreza es particularmente usada para focalizar presupuesto en diversos programas como el Fondo de Compensación Municipal (Foncomún) o intervenciones del Gobierno central o los Gobiernos regionales, por lo que complementar el enfoque tradicional de falta de ingresos es indispensable. Los gobiernos de México, Colombia, Chile, El Salvador, Ecuador, Costa Rica y muchos otros ya emplean medidas oficiales de pobreza multidimensional, lo que revela que es posible adaptarlas a diversos contextos. Si consideramos solo el enfoque de la pobreza monetaria, estamos invisibilizando a casi 10 millones de peruanos que son pobres multidimensionales y no monetarios y, lo más importante, los estaríamos privando de derechos.


[1] Como se puede observar en su página, la fuente usada para el Perú fue la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) 2012.

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