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REPORTE DE MOVILIDAD SOCIAL GLOBAL 2020

Por ComexPerú / Publicado en Febrero 07, 2020 / Semanario 1018 - Economía

La movilidad social es un concepto multidimensional que abarca elementos como el nivel de ingresos, el trabajo digno y el acceso a la salud y la educación de una persona o familia, y sus capacidades para modificar dichos elementos entre generaciones o dentro de una misma generación. Hay dos maneras de ver este concepto. Por un lado, la movilidad social absoluta se refiere a la posibilidad de los hijos de experimentar una calidad de vida superior a la de sus padres. Esto se puede dar gracias a mejoras generales en la economía de un país, sin disminuir necesariamente las brechas sociales. Por otro lado, el concepto de movilidad social relativa se relaciona con el nivel de vida que puede llegar a tener en el futuro un niño de padres pobres en comparación con uno de padres ricos[1].

En un escenario de movilidad perfecta no existe ninguna diferencia entre el ingreso promedio de un adulto proveniente de una familia pobre y uno que viene de una familia rica. Sin embargo, esto es un escenario puramente teórico que no se da ni en las economías más avanzadas del mundo. Aun así, la búsqueda de la igualdad de oportunidades no solo se fundamenta en principios humanitarios, sino también económicos. Un país donde existe alta movilidad social absoluta y relativa hacia arriba está mejor capacitado para aprovechar los talentos y el tamaño de su fuerza laboral y, por lo tanto, es más competitivo.

Con esto en cuenta, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) ha publicado el Reporte de Movilidad Social Global 2020, un documento en el cual clasifica la igualdad de oportunidades en 82 economías a nivel mundial. Entre ellas, el Perú se posiciona en el puesto 66, es decir, en el tercio inferior. El índice elaborado por el WEF consiste en 10 pilares, de los cuales nuestro mejor desempeño está en Oportunidades laborales (puesto 45), Acceso a la educación (47) y Salud (56); mientras que los pilares de Acceso a la tecnología (70), Calidad y equidad en la educación (72) y Condiciones laborales (76) reducen nuestro puntaje promedio.

 

Comenzando por lo positivo, dentro del pilar de Oportunidades laborales, algunos indicadores en los que destacamos son la alta participación de las mujeres en el mercado laboral (0.82 mujeres por hombre), el bajo nivel de desempleo entre personas con educación básica (5.9%) y el bajo desempleo en zonas rurales (0.4%), en los cuales nos ubicamos en los puestos 27, 28 y 1, respectivamente. Esto podría explicarse por la mayor flexibilidad laboral que ofrece la informalidad a estos grupos vulnerables. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), entre octubre de 2018 y setiembre de 2019, la tasa de informalidad alcanzó el 66.6% en zonas urbanas y el 95.4% en zonas rurales. Sin embargo, esto también tiene un costo, pues, según el WEF, el 50.7% de los trabajadores se encuentran en situación de empleo vulnerable, lo que nos ubica en el puesto 72 de dicho indicador.

En cuanto a los indicadores de Acceso a la educación, nos encontramos en las posiciones 50 y 52 respecto del porcentaje de ninis[2] entre 15 y 24 años (17.7%), y de niños fuera de la escuela (4.2%). Estos números son parecidos a las cifras de fuentes nacionales, como las de la Enaho (16.9%) (ver Semanario 1004) y el Ministerio de Educación (Minedu) (4.1%), que ofrecen data sobre ambos problemas, respectivamente. Sin embargo, en el índice de matrícula preprimaria, el WEF nos coloca en el puesto número 2 a nivel global, con una tasa de matrícula del 99.7%. Este número difiere notablemente de la información publicada por el Minedu, que estima dicha tasa en un 92%.

En el pilar de Salud, nuestro mejor rendimiento según el WEF se da en los indicadores de inadecuada nutrición[3] entre los 5 y 19 años (8.9%), y el índice de expectativa de vida saludable ajustado por desigualdad (82.1 sobre 100), en los cuales nos ubicamos en los puestos 21 y 34, respectivamente. Sin embargo, cabe resaltar que el primero solo mide el peso de los niños, mas no otros problemas nutricionales como la anemia, la cual tiene una gran presencia en nuestro país (ver Semanario 988). Además, en los indicadores de partos adolescentes y acceso y calidad de la salud nos encontramos en los puestos 64 y 62, respectivamente, lo que refleja algunas de las fallas que venimos denunciando en semanarios anteriores, así como una deficiente educación sexual entre los jóvenes.

En cuanto a nuestros pilares de peor desempeño, no es ninguna novedad que el Perú se encuentra fuertemente atrasado en el Acceso a la tecnología. Algunos de nuestros peores indicadores son la baja cobertura de la red 3G (73.9% de la población), así como de la red eléctrica en zonas rurales (83.7%), en los cuales nos ubicamos en los puestos 81 y 74, respectivamente. Adicionalmente, el problema sería más grave que lo estimado por el WEF, ya que, según los últimos datos publicados por el INEI, solo el 82.2% de la población rural tiene acceso a energía eléctrica por red pública y el 59.8% tiene acceso a internet en general.

Si bien Acceso a la educación está entre nuestros mejores pilares, la Calidad y equidad de dicha educación es uno de los peores. Según el WEF, el 53.7% de los niños están por debajo del nivel promedio de competencia establecido por la Unesco. El resultado es incluso peor al comparar los resultados de nuestros estudiantes en exámenes internacionales, como la prueba PISA, en los cuales, en promedio, nos ubicamos en el puesto 65 de las economías analizadas por el WEF. Además, la segregación social en el sistema educativo peruano también destaca como uno de sus puntos débiles (puesto 62), lo que afecta negativamente las oportunidades de éxito de los niños con menos recursos.

Finalmente, nuestro peor pilar en el reporte es Condiciones laborales. A pesar de tener una buena posición en el indicador de derechos laborales (41), el desempeño de nuestra economía deja mucho que desear en las categorías de meritocracia (67) y la cooperación entre empleador y empleado (70), las cuales miden qué tan relacionada está la paga con la productividad del trabajador y qué tan conflictiva es la relación entre empleadores y trabajadores, respectivamente. Esto se debe a la persistencia de una cultura laboral marcada por la informalidad y la desconfianza entre las partes.

En conclusión, nuestro país tiene mucho por mejorar en cuanto a la igualdad de oportunidades. Como hemos destacado en ediciones anteriores, mejoras en la provisión de servicios públicos, como salud y educación, son imperativas para cerrar la brecha social que merma la competitividad de nuestra fuerza laboral. La infraestructura eléctrica y de telecomunicaciones también debe ser una prioridad si queremos que el Perú sea un país donde el éxito verdaderamente dependa de la habilidad y el esfuerzo de cada uno. ¡No podemos seguir quedándonos atrás¡.


[1] Cabe resaltar que los términos “rico” y “pobre” son utilizados en el índice del WEF sin incurrir en una definición concreta de pobreza o riqueza.

[2] Población que no estudia ni trabaja.

[3] Desnutrición y obesidad.

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